Día 23 de la 15ª Helada. Anochecía ayer mientras
descendíamos la colina, el sol se ocultaba poco a poco a nuestra espalda. No es
aconsejable viajar durante la noche por esos lugares, y aunque estuviésemos la
unidad de Guardia de Elite entera, decidimos no arriesgar lo más mínimo y pasar
la noche bajo la colina. Aquel lugar no era en absoluto apacible, nos
encontrábamos en un viejo cementerio ya olvidado al pie de la colina. Resultaba
extraño pues no existía ninguna aldea cercana a la que pudiese pertenecer y las
lápidas eran muy peculiares. Jamás había visto aquel tipo de tumbas, eran
lápidas con forma de lo que podría ser una especie de monolito, pero realmente
grande, pirámides de base cuadrada que se alzaban por lo menos dos metros alguna
incluso más. Era espeluznante, los colores del ocaso y la penumbra se fundían
confiriendo a aquel lugar un ambiente lúgubre.
Ese día todos estaban más atentos, pendientes y
vigilantes de lo normal. No estábamos para nada confiados de estar a salvo
allí. Si se hubiese tratado de un viaje normal, no tendríamos que temer, nunca temeríamos
por nuestras vidas en un lugar así, por oscuro que fuese, éramos la Guardia de
Elite. No, no temíamos por nosotros, sino por Helga. .Aquella vez viajábamos
escoltando a nuestra señora. No es alguien de la que suelas tener que
preocuparte, sabe cuidar muy bien de sí misma. Pero llevábamos ya casi un mes de
ataques al azar de vampiros de bajo poder, y sospechábamos que podían estar
siendo causados por uno de mayor poder. De ser así, era posible que aprovechase
ese viaje para intentar un ataque contra Helga. Pero nosotros estábamos allí, la elite,
éramos los mejores, habíamos combatido juntos durante años contra esas bestias
que solo buscan sembrar el caos y aprovecharse de los humanos. Éramos hábiles
espadachines, precisos tiradores con arco o ballesta y fieros guerreros de maza
y escudo .Pero a decir verdad no necesitábamos tanto armamento, pues nuestro
poder y potencial nos lo daba nuestra naturaleza salvaje.
Empezamos a levantar un pequeño campamento, algo
simple, una tienda para Helga Y un perímetro de
guardias. Los demás dormíamos siempre al raso en nuestros fardos que hacían las
veces de saco de dormir. Éramos 10 efectivos yendo de un lado para otro
preparando el campamento, pero no se oía ni una pisada, ni un suspiro, trabajábamos
con tanto sigilo que el silencio helaba la sangre. Fue justo al terminar de
levantar la tienda de nuestra maestra, cuando se escuchó lo que sonó como un
corto silbido que aunque parecería imposible de determinar la dirección de la
que provenía, nuestro oído pudo detectar casi inmediatamente aquella amenaza entre
la penumbra. Uno de mis compañeros lanzó su escudo y este interceptó una flecha
negra casi invisible que quedó clavada en el escudo. Para cuando este cayó al
suelo toda la unidad se había puesto en marcha, sabíamos que hacer, con coordinación
perfecta nos dividimos en dos grupos, seis de los diez que estábamos se
quedaron protegiendo a la señora, mientras que los cuatro restantes nos
apresuramos a localizar el origen del proyectil. Recuerdo bien que mi sangre
hirvió, adopte la forma bestia mientras corría. Proferí un rugido que hubiese
hecho huir a cualquier ser vivo o muerto. Cuando
llegamos al origen de la flecha, a unos cincuenta metros del campamento, tan
solo encontramos un pequeño grupo de lápidas apartadas del resto, entre las
cuales estaba claro que se había escondido o seguía escondido el tirador. Mis
compañeros aun no se habían transformado, pero yo supe enseguida que allí había
alguien, aún seguía allí. Durante un segundo me pregunté cómo demonios no lo
habíamos detectado antes desde el campamento, pues nuestros sentidos son increíblemente
agudos incluso en forma humana. No había duda, debía ser un no-muerto. Ese olor
tan nulo y tenue, tan característico de aquellas criaturas. Por los Divinos,
como odiaba a esos demonios. No teníamos tiempo de buscar detalladamente, si se
trataba de un vampiro más o menos hábil escaparía rápidamente si no nos dábamos
prisa. Así que decidí hacerlo de la forma rápida. Embestí la primera lápida con
forma de monolito, que destrocé de un golpe sin problemas, se hizo añicos y
antes de que se pudiese siquiera formar polvo por la piedra derrumbada, ya
había cargado contra la siguiente. En total habría en torno a las diez lápidas, sin ninguna formación aparente, pero
esa vez tuve suerte, a la tercera que fui a derrumbar resultó ser muchísimo más
dura y resistió mi embestida, pero sí que logré volcarla, y sorprendentemente,
era hueca, tan tenaz y aun así hueca. Dentro se hallaba el tirador, que se
mostró inmóvil tirado en el suelo con el arco quebrado en una mano. La escena
pareció congelarse durante un segundo, aquel pobre infeliz se quedó petrificado
frente a mí. En mi forma bestial era un gigante para alguien de su tamaño. Me erguí
ante él, y yo también quede helado cuando pude verle. ¿Qué demonios? No era un
no-muerto, era humano, pero aquel olor, estaba tan seguro de que no podía ser
humano, pero la forma de temblar, el miedo en sus ojos, y la forma misma de
estos, si fuese vampiro o un siervo, tendría los ojos irremediablemente rojos,
se trataba de un humano sin duda. Pero, ¿porque olía así?, ¿porque un humano atacaría
a mi ama? Fui presa de la confusión durante unos instantes, pero cuando
recuperé el uso de razón lo agarré por las piernas y lo levante cabeza abajo.
Entonces se desmayó, y me dejo con las preguntas en la garganta. Decidimos
atarlo y llevarlo ante la señora, ella sabría qué hacer con él. Lo arrastré
mientras recuperaba mi forma humana y lo atamos en el campamento frente a la
tienda de la ama para que ella decidiera sobre él.
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