El camino que comunicaba Norath con el Fuerte de la Guardia
del Norte era más oscuro y menos transitado que el resto de caminos principales
de la región, pero dos días a caballo nos separaban de nuestro destino y
cabalgamos velozmente sin cautela alguna. Hicimos noche a mitad del trayecto,
nos salimos del camino y acampamos entre un pequeño riachuelo que bajaba de las
montañas y una arboleda que se extendía por la ladera de las mismas. El sonido
del agua deslizándose lentamente colina abajo parecía susurrar una melancólica
canción. Hicimos los turnos de vigilancia y cuando llegó el mío, bien entrada
la noche, fui despertado por uno de mis hombres. Me situé entre dos árboles
cercanos al campamento, sumido en las sombras en competo silencio. Tras unos
instantes acomodándome, levante la mirada al cielo y la luz de la luna llena
iluminó mi rostro e hizo brillar mis ojos, me llenó de vida, llené mis pulmones
de aire y solté un largo suspiro de bienestar. La luna llena me hacía sentir
libre, las noches así me sentía uno con la naturaleza, la bestia de mi interior
aullaba excitada. Pero no era día de cacería.
Un rato más tarde, la tenue melodía del agua en el riachuelo
se tornó diferente, más inquieta y rápida. Sentí una presencia rarísima que
recorría mi espalda, la bestia que en mi moraba se agitó y desoyendo a mi
raciocinio, mi instinto me guio, empecé a caminar sin saber en qué dirección ni
porque. Durante unos minutos anduve en silencio absoluto entre los árboles,
confuso, con la mirada fija al frente pero sin saber hacia dónde iba. Pronto
llegué a un pequeñísimo claro donde la luz de la luna me volvió a golpear, pero
seguí caminando sin darme cuenta de ello, cruce el claro y me sumergí de nuevo
en la arboleda. La presencia era cada vez más fuerte, sin que pudiese hacer
nada al respecto, mi espíritu animal tomó el control de mí y me fui
transformando conforme avanzaba sigilosamente. De pronto, mis piernas ahora
convertidas en las patas de una enorme bestia, pisaron un suelo de roca, ante
mi pude ver unas escaleras que descendían y se internaban en la oscuridad de la
tierra. Sin pensarlo ni un segundo, entré, bajé la larga escalinata hasta
llegar a una sala grande con varias filas de columnas a cada lado. Mis ojos de
animal podían ver en la perfectamente en la oscuridad de la noche, pero allí
no, no en aquel mausoleo abandonado, la oscuridad que allí moraba no era
normal, tan solo llegaba a distinguir un metro a mi alrededor. Avancé por la
sala en ruinas y la presencia se hizo tan fuerte que casi podía verla,
palparla, se hizo tan real como yo mismo. -¿Será hostil? ¿Querrá matarme?-
Pensé desconcertado. Entonces dije con voz grave y calmada: -Muéstrate, ¿Quién
eres? ¿Por qué me has llamado?.- Se escuchó una voz que parecía provenir de
toda posición dentro de la sala como si fuese el propio mausoleo quien me
estuviese hablando: -Esta, no es tu tumba, pero eres bienvenido en ella.-
El silenció llenó la tumba, mi mente no estaba en calma y
las preguntas me acosaban, aquellas palabras desconcertantes me confundieron.
Pasados unos instantes, se volvió a oír esa espectral voz: -Tenemos mucho de lo
que hablar, en otro tiempo fui tu enemigo, nuestra naturaleza nos hizo
enemigos, pero la guerra nos hará aliados. Conozco el porqué de todo lo que
está ocurriendo, conozco las intenciones de la Guardia Negra, y el motivo de la
inminente guerra. Reúnete conmigo en la Tierra del Viento Cortante y entenderás
porqué necesitas mi ayuda.-
Tras esto la voz desapareció antes de que pudiese decir
nada, la oscuridad pareció disolverse, pude volver a ver con claridad, pero la
tumba se hallaba completamente vacía, no había más salidas ni pasillos, y la
presencia había desaparecido por completo. Recuperé mi forma humana, y atónito
por lo ocurrido volví al campamento donde terminé mi turno sin decir una
palabra, pensando una y otra vez sobre lo ocurrido.
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