miércoles, 21 de agosto de 2013

Esta, no es tu tumba.



El camino que comunicaba Norath con el Fuerte de la Guardia del Norte era más oscuro y menos transitado que el resto de caminos principales de la región, pero dos días a caballo nos separaban de nuestro destino y cabalgamos velozmente sin cautela alguna. Hicimos noche a mitad del trayecto, nos salimos del camino y acampamos entre un pequeño riachuelo que bajaba de las montañas y una arboleda que se extendía por la ladera de las mismas. El sonido del agua deslizándose lentamente colina abajo parecía susurrar una melancólica canción. Hicimos los turnos de vigilancia y cuando llegó el mío, bien entrada la noche, fui despertado por uno de mis hombres. Me situé entre dos árboles cercanos al campamento, sumido en las sombras en competo silencio. Tras unos instantes acomodándome, levante la mirada al cielo y la luz de la luna llena iluminó mi rostro e hizo brillar mis ojos, me llenó de vida, llené mis pulmones de aire y solté un largo suspiro de bienestar. La luna llena me hacía sentir libre, las noches así me sentía uno con la naturaleza, la bestia de mi interior aullaba excitada. Pero no era día de cacería.
Un rato más tarde, la tenue melodía del agua en el riachuelo se tornó diferente, más inquieta y rápida. Sentí una presencia rarísima que recorría mi espalda, la bestia que en mi moraba se agitó y desoyendo a mi raciocinio, mi instinto me guio, empecé a caminar sin saber en qué dirección ni porque. Durante unos minutos anduve en silencio absoluto entre los árboles, confuso, con la mirada fija al frente pero sin saber hacia dónde iba. Pronto llegué a un pequeñísimo claro donde la luz de la luna me volvió a golpear, pero seguí caminando sin darme cuenta de ello, cruce el claro y me sumergí de nuevo en la arboleda. La presencia era cada vez más fuerte, sin que pudiese hacer nada al respecto, mi espíritu animal tomó el control de mí y me fui transformando conforme avanzaba sigilosamente. De pronto, mis piernas ahora convertidas en las patas de una enorme bestia, pisaron un suelo de roca, ante mi pude ver unas escaleras que descendían y se internaban en la oscuridad de la tierra. Sin pensarlo ni un segundo, entré, bajé la larga escalinata hasta llegar a una sala grande con varias filas de columnas a cada lado. Mis ojos de animal podían ver en la perfectamente en la oscuridad de la noche, pero allí no, no en aquel mausoleo abandonado, la oscuridad que allí moraba no era normal, tan solo llegaba a distinguir un metro a mi alrededor. Avancé por la sala en ruinas y la presencia se hizo tan fuerte que casi podía verla, palparla, se hizo tan real como yo mismo. -¿Será hostil? ¿Querrá matarme?- Pensé desconcertado. Entonces dije con voz grave y calmada: -Muéstrate, ¿Quién eres? ¿Por qué me has llamado?.- Se escuchó una voz que parecía provenir de toda posición dentro de la sala como si fuese el propio mausoleo quien me estuviese hablando: -Esta, no es tu tumba, pero eres bienvenido en ella.-
El silenció llenó la tumba, mi mente no estaba en calma y las preguntas me acosaban, aquellas palabras desconcertantes me confundieron. Pasados unos instantes, se volvió a oír esa espectral voz: -Tenemos mucho de lo que hablar, en otro tiempo fui tu enemigo, nuestra naturaleza nos hizo enemigos, pero la guerra nos hará aliados. Conozco el porqué de todo lo que está ocurriendo, conozco las intenciones de la Guardia Negra, y el motivo de la inminente guerra. Reúnete conmigo en la Tierra del Viento Cortante y entenderás porqué necesitas mi ayuda.-
Tras esto la voz desapareció antes de que pudiese decir nada, la oscuridad pareció disolverse, pude volver a ver con claridad, pero la tumba se hallaba completamente vacía, no había más salidas ni pasillos, y la presencia había desaparecido por completo. Recuperé mi forma humana, y atónito por lo ocurrido volví al campamento donde terminé mi turno sin decir una palabra, pensando una y otra vez sobre lo ocurrido.

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