viernes, 23 de enero de 2015

Luz contra Oscuridad



La batalla había comenzado, luz contra oscuridad, sin embargo no había buenos ni malos, eran los nombres de sus poderes. Jorak, el restaurador, curaba y revivía a sus soldados muertos, mientras que Nak’Thulum, el cosechador de cuerpos, equipaba con una pequeña parte de su poder a sus soldados, para así ser inmunes a la muerte. Los ejércitos eran numerosos, sin embargo era una guerra de desgaste, el líder que primero se quedara sin su poder, sería el perdedor. Jorak era el más poderoso, sin embargo su magia es la que más rápido se gastaba. También dependía de qué ejercito era el que menos recursos hiciese gastar a su jefe.
Nak’Thulum luchaba con su espada enfundada en su poder de muerte, y no solo mataba a lo que atravesaba, sino que rompía y descomponía aquello que alcanzaba. 

Jorak hizo balance de la situación y concluyó que iba a perder. Al contrario que su adversario, el restaurador no se había implicado en la batalla. Prefería tener una perspectiva del campo y actuar en consecuencia.
Sin embargo y tras sopesarlo, se lanzó al campo de batalla con la mirada puesta en los enemigos. Mató a uno, a dos, a tres y estos volvían a la vida. Repitió la operación y estos seguían insistiendo. Al final se le echaron encima y los mandó volar con una explosión. Se levantaron dos de ellos, el otro había muerto del todo. No reparó de inmediato en que su enemigo no estaba quedándose sin poder, sino que la debilidad de su enemigo, era el rango de acción. Pero cuando fue consciente  decidió actuar de una manera egoísta y zanjar la batalla de una vez por todas.

El cosechador de cuerpos notó que varios de sus aliados se habían alejado de su rango y habían muerto por ello. Gritó con su voz atronadora una nueva formación y todos obedecieron. Se apilaron mucho más rápido de lo esperado formando un círculo. Por cada caído, el círculo se expandía creando una nueva línea de guerreros más numerosa. Después de esto volvían a reagruparse. Y volvían a empezar.
Jorak atravesó con la fuerza de una centella la formación y absorbió la vida de amigos y enemigos para devolverla en forma de explosión al sorprendido Nak’Thulum. La explosión no mató a nadie, puesto que ya lo había hecho Jorak. El líder enemigo salió volando varios kilómetros lejos de la batalla.
Lejos de su rango, el ejército del cosechador de cuerpos, había perdido. No pudieron encontrar el cadáver de éste, pero a Jorak no le sorprendió. No podía ser asesinado de una manera tan sencilla y bien lo sabía. Aunque enemigos, ambos estaban cortados del mismo patrón, y ambos cojeaban de la misma pierna. Pero nadie, a excepción de ellos dos y su debilidad, lo sabían.

domingo, 14 de diciembre de 2014

La despensa


En ese momento era el hombre más satisfecho de la montaña. Había conseguido la perfección de su casa. No una perfección estética, por supuesto, que distaba mucho de ser buena. Si no en su despensa, pues había conseguido engendrar un museo de olores y sabores. Un deleite para los sentidos. Un tornado de olores y sabores, todos dignos de un rey y de un campesino. Porque para él los mejores sabores eran los más sencillos, eso sí, siempre con materia de primera calidad y cuidada con mucho mimo. Absolutamente todo lo que contenía esa habitación era un placer, y por supuesto todo hecho por él.

No frecuentaba tanto como querría su pequeño tesoro, porque tenía cierto miedo a que se escapase poco a poco su esencia. Pero ese día tenia la excusa perfecta para visitarla. Acababa de rellenar unas salchichas y necesitaba colgarlas en el armario destinado para eso.

Al abrir el cuarto, te recibía una dulce caricia de vino y madera, seguido inmediatamente de un fuerte olor a queso viejo. Se paró en el umbral y se dejó inundar por ellos. Si permanecía el tiempo suficiente podía distinguir más olores que escapaban de su cofre del tesoro. Olor a especias, a hierbas, la suave fragancia de la carne seca. Sin embargo, otras pasaban desapercibida. Para llegar a ellas debías ir tú en su búsqueda. Eran fragancias más discretas, mas recatadas.

Cuando volvió en si se apresuro en cerrar la puerta y bordeó una estantería, avanzo por el lado izquierdo, y mientras lo hacía acariciaba con su mano las barricas. No eran muy grandes porque, al fin y al cabo, no podía permitirse grandes cantidades de un mismo cultivo, la ley lo prohibía. Querría abrir cada uno de los toneletes, olerlos y saborearlos, pero los que eran de vino corrían el riesgo de estropearse y los de licor, que estaban en clara desventaja numérica, no eran adecuados para el momento. Cuando llego al final, volvió sobre sus pasos, observando los quesos. Algunos frescos, iban progresando como era de esperar, los viejos continuaban su curación. Observó un tarro relleno de aceite y hierbas aromáticas entre ellas tomillo, romero, perejil, algunos ajos troceados y algo de sal por supuesto. Tuvo nostalgia, era un queso excelente, y después de profanar su virginidad cortando un trozo, el cliente no lo quiso comprar. Por supuesto, lo echó de la casa y lo tachó de la lista de clientes. No iba a obligar a nadie a comprar algo que no quiere, pero cuando abres una pieza así es solo para disfrutar de la compra, y no para poner excusas al precio, que aunque alto, era justo. Tuvo que desmembrarlo en trozos pequeños y meterlo en el tarro con su mejunje especial para salvar algo de su espíritu, de su esencia, por así decirlo. No lloró por fuera, pero estuvo días cabizbajo por aquello.

Una de las salchichas que llevaba al hombro quiso saltar, y reparó que no había hecho nada de lo que se había propuesto hacer. De hecho, estaba otra vez en la puerta, que era la esquina opuesta a la que tenía que ir. Esta vez fue hacia la derecha y luego al final, donde tenía un armario con unos ganchos dentro, en la parte más alta descansaban tripas rellenas, cada una con combinaciones distintas de carne, grasa y especias. La parte de abajo, que en un principio no tenía utilidad, ahora, en un arrebato de falta de espacio, lo usaba para secar carne. Después de dejar las salchichas atadas a los ganchos con un nudo propio, que probablemente ya estaría inventado, cerró con cuidado las puertas. Están destacaban porque en vez de ser de madera, estaban hechas de una telilla fina para que las carnes transpirasen y a su vez no pudiesen entrar invitados no deseados.

Inspiro y recogió una nueva muestra de olores, y es que tenía que mostrar interés por ellos o no se dejarían notar. Abrió otro armarito, igual que el anterior  pero más bajo y con menos fondo, pero al abrir la puerta con tela no te encontrabas ganchos, si no un montón de cajoncitos de madera, todos ellos rotulados a fuego. De abajo a arriba se leían especias, hierbas aromáticas, mezclas propias y hierba de fumar. Toda y cada una de estas, estaba cuidadosamente secada y curada, lista para usarse en lo que uno necesitase. Eligió con cuidado un cajoncito de hierba de fumar en el que ponía relajante, lo sacó entero y lo sopesó. Estaba casi vacío. Cerró el armarito y dejó el cajoncito encima del escritorio.

Sacó una bolsa de cuero, que llevaba colgada del cinturón, la abrió y vació el contenido del cajoncito en la bolsa y volvió a colgar la bolsa donde la llevaba. El cajoncillo lo apiló con otros tantos que había en esa misma mesa.

De repente ya no le pareció tan descabellado el comer algo de esa despensa, aunque fuese fura de horas. Meditó, y tras unos instantes golpeo el puño contra su palma, habiendo hallado la respuesta. Un trozo del queso profanado. Todo eran pros, no tendría que abrir nada, estaba muy rico aun sin haber estado el tiempo necesario de curación porque estaba con aceite y especias y era algo adecuado para comer a esas horas.

Primero sacó del cajón del escritorio unos papeles y los apartó. Seguido un cuchillo con un mango de madera de pino, que aunque no era muy bonito si que intimidaba y estaba afilado, y por ultimo una tabla de madera. Parecía a primera vista que era el fondo del cajón, sin embargo era una tabla de cortar, vieja, de una madera dura y llena de muescas y cortes debido al uso. El motivo de esta última, es porque haría las veces de plato, porque como todo el mundo sabe, el queso exigía servirse en madera.


Trajo el tarro y lo deposito con cuidado, lo acarició y lo abrió con fuerza. Se dejó por el olor  a aceite, pero rápidamente notó que algo faltaba. El pan. Salió de la habitación dejando la puerta abierta y volvió con un buen trozo de pan. Robusto, esponjoso, horneado en su punto, ni muy blanco ni muy hecho. Con todo listo ya estaba preparado. Se sentó y esgrimió su cuchillo, metió la punta en el tarro y pinchó un buen trozo. Lo sacudió y lo deposito en la tabla con la ayuda de la otra mano. Cerró el bote y recogió con la yema del dedo un hilillo de aceite que ayudado por el desnivel de la mesa amenazaba con saltar a sus pantalones. Se chupó el dedo, sonrió y asintió. Se relamió. Esgrimió el cuchillo y partió el trozo de queso por la mitad, lo separó con la hoja. Montó una de las mitades sobre el trozo de pan, lo miró, respiró y le propinó un mordisco. Esta ceremonia llevaba su tiempo. Cuando devoró las dos mitades del queso, divió lo que le quedaba del pan en trozos pequeños, con estos untó el aceite de la tabla hasta que estuvo tan limpia que la pudo guardar sin más en el cajón. Lamió la hoja del cuchillo y la secó en su camisa, también lo guardó en el cajón. Cogió los papeles y apuntó: Salchichas, 3 ristras, y marcó la fecha actual. Los papeles se quedaron fuera. Se levanto y dejo el queso en su lugar, corrió la silla hacia la mesa y se dirigió a la puerta. Todavía tenía que hacer muchas cosas, y el tiempo en esa habitación pasaba volando. Le dedicó una breve y discreta  reverencia con la cabeza a la habitación y esta se la devolvió con su fragancia a vino dulzón.


viernes, 5 de diciembre de 2014

Mutantes en la Sombra - Pamplona - Llamada a las armas

Era 22 de Noviembre de 1985, las agencias de inteligencia rusas y americanas continúan secuestrando y explotando a civiles inocentes para servir a su guerra fría. Se crean agencias de espionaje nacionales por todo el mundo usando civiles con mutaciones como peones en su contienda. En medio de este conflicto aparece un mutante que revoluciona el mundo creando una asociación de mutantes semi-clandestina que actúa en las sombras defendiendo los derechos de los mutantes y luchando contra su esclavitud.

Aquel día ningún miembro del futuro escuadrón esperaba nada como lo que iba a suceder, era un día normal en la vida de un civil cualquiera.  Todos recibieron una carta misteriosa sin acuse ni dirección, tan solo un extraño símbolo y un texto convocándoles a todos  para ayudar a la causa mutante, luchar por los suyos. No faltó nadie a la cita, acudieron al Portal de Francia en Pamplona, tal como se les había citado. Allí una vez estuvieron todos, de la nada apareció una figura, que saltándose cualquier presentación les dijo:

-Si deseáis un mundo en el que los mutantes no sean explotados y humillados públicamente, uniros a mi y luchad por la causa.

Nadie respondió, todos quedaron atónitos y tras un breve silencio el misterioso hombre continuó:

-Muy bien, he aquí vuestra primera tarea, hemos descubierto la ubicación de un mutante que ha sido secuestrado por los matones de alguna agencia extranjera, debéis rescatarlo y traerlo con vida. Lo único que os puedo proporcionar es esta vieja furgoneta, el lugar es una vieja casa de campo cerca de Zizur, no tiene perdida, dirección Esparza, primer desvió a la derecha. Disponéis de dos días hasta que ejecuten o trasladen al prisionero, hoy es viernes, pues el domingo es la fecha límite. Suerte.

Tal como terminó la última palabra se desvaneció en la oscuridad. El grupo se dirigió a la furgoneta, uno de los integrantes, Kropaton, era camionero, así que condujo él. A parte de este camionero el grupo estaba compuesto de otros seis civiles más. Alois era médico y tenía el poder de controlar la mente de los animales, Raynor Krueger era un mercenario retirado y tenía el poder de leer las emociones ajenas, Cleante era actor de teatro y podía volverse invisible y levitar, Patxi era un guardaespaldas con la capacidad de controlar los dispositivos mecánicos con la mente, Asada Shino era una joven aventurera japonesa que había recorrido el mundo y actualmente residía en Pamplona, y poseía el poder de volverse invisible, por último estaba Murdock, un experimentado piloto con la capacidad de controlar la voluntad de los animales igual que su compañero Alois y también podía controlar la mente de las personas para que hiciesen cualquier cosa que él quisiese.
Pusieron rumbo al lugar que les había indicado aquel misterioso hombre, pero ya que pocos de los integrantes eran nativos de la zona, se perdieron por el camino, y llegaron al lugar tras dar muchas vueltas por Pamplona. Eran ya las 5:30 de la mañana cuando llegaron al desvío que conducía a la casa. Se acercaron sin hacer mucho ruido, y Raynor, que poseía conocimientos de cartografía decidió intentar hacer un mapa del lugar, pero era una noche cerrada y no pudo ver absolutamente nada, el mapa era inservible. Mientras tanto, Kropaton, que poseía el poder de viaje astral, es decir podía dejar salir su “alma” de su cuerpo dejando este sin vida, para explorar atravesando paredes, opto por usar su poder y entrar en la casa a echar un vistazo.

Para su sorpresa, descubrió que no había nadie y las luces estaban apagadas. No faltaba mucho ya para el amanecer y el grupo decidió retirarse y volver al día siguiente, todos subieron a la furgoneta menos 2 de ellos que se quedaron escondidos en la vía de acceso a la casa. Pasaron las horas, se hizo de día, cuando de repente, una furgoneta negra pasó zumbando justo al lado de los que se habían quedado escondidos. El vehículo llego a la casa, se detuvo y varias personas entraron en la casa. Los miembros del escuadrón decidieron volver a Pamplona, descansar y transmitirles esa información a los demás.

Al día siguiente volvieron todos juntos al lugar con la vieja chatarra de furgoneta que se les había proporcionado. Pararon el vehículo rato antes de llegar a la casa para aproximarse a pie, y dividirse en dos grupos, los que se podían mover sigilosamente se acercaron más aun a la casa, y los demás se quedaron en la furgoneta, buscando algo que les pudiese servir para enfrentarse a los ocupantes de la casa. No encontraron nada, la furgoneta estaba vacía por completo, nada útil, unas cuerdas roídas y unos palos hechos trizas.

El grupo que se acercó a la casa estaba compuesto por:  Cleante, Shinon, Patxi y Kropaton.
Y en la furgoneta se quedaron Alois, Raynor y Murdock, este último decidió usar su poder para hacer que dos palomas que dormían cerca del lugar, se estrellasen contra las ventanas del primer piso y las rompiesen. Lo cual alarmo a las personas que se hallaban dentro de la casa.

Cuando la avanzadilla llegó, abrieron una ventana y Shinon entró la primera, usando su invisibilidad para no ser detectada, lo mismo hizo Cleante. Se escondieron donde pudieron del salón. Podían ver como varios hombres iban de lado a lado gritando y preguntándose porque cojones dos palomas habían roto las ventanas al mismo tiempo. De repente uno de los hombres se tropezó con Cleante, que era invisible pero no intangible. Cleante decidió arrearle un puñetazo, y el hombre respondió con una patada que tumbó a Cleante contra la pared, en ese momento Kropaton y Patxi entraron por la ventana,  agarraron unas sillas que había en el salón y Patxi cargó contra el atacante de Cleante dispuesto a romperle la silla en la cabeza. Pero la silla se le resbaló de las manos y no le alcanzó. En ese momento un segundo hombre apareció por la puerta del salón y comenzó una pelea en la que Kropaton, Patxi y Cleante dieron buena cuenta de los dos pobres matones. Mientras peleaban, Shinon seguía invisible y  pasó discretamente entre los luchadores entrando en el recibidor de la casa, y agachado propinó un codazo a un tercer atacante que corría para unirse a la pelea, evitando así que ayudase a sus compañeros.

Al oír todo el jaleo, el grupo que se había quedado en la furgoneta, avanzó a pie hasta la casa, Raynor tiró la puerta abajo y se reunieron todos en el recibidor. Murdock entró bailando de forma ridícula, tropezó y dió con la nariz en el suelo. Alois intentó entrar por la ventana por la que sus compañeros habían entrado y también cayó al suelo intentando entrar.  Dos de los matones murieron en la pelea, y un tercero quedo inconsciente, Alois lo reanimó por alguna extraña razón, y tal como se despertó, le propinó un puñetazo en toda la cara a Alois. Pero Murdock uso su control mental para paralizar al matón y evitar que dañase a nadie más.

Después de esto se separaron una vez más para registrar la planta de abajo buscando más enemigos o herramientas útiles para el combate, pero la planta baja estaba vacía, no encontraron prácticamente nada. Shinon se aventuró a subir al segundo piso y quedó encerrada en un vestidor sin querer. Raynor subió detrás y encontró a otro matón en uno de los dormitorios, lo inmovilizó y espero a que alguien más llegase.  Kropaton , Cleante, Murdock y el matón controlado por este, subieron al tercer piso. Alois se levantó después de recibir el puñetazo de su paciente y subió al segundo piso junto con Patxi, que liberó a Shinon, y corrió a ayudar a Raynor, el cual intentaba hacer hablar al matón que tenía inmovilizado, Shinon lanzó una patada dirigida al matón que trágicamente alcanzó a Raynor en vez de al matón. Raynor era un hombre fuerte que apenas notó la patada de Shinon. Patxi encontró otro matón más y comenzó otra pelea.  Alois vio que Raynor no conseguía convencer al matón, intentó seducirle para que hablase, se acercó y le susurró al oído:

-¿Alguna vez te han penetrado?-

El matón, pese a estar inmovilizado por Raynor, se revolvió y le dio un codazo a Alois en la boca del estómago. Mientras tanto, en el tercer piso, Kropaton tiró la puerta abajo y avanzó en la habitación a oscuras, cuando de entre las sombras un último matón le atacó con una katana, haciéndole una grave herida en el brazo, pero Kropaton era un hombre extremadamente fuerte, robusto y grande, que respondió con una patada voladora que alcanzo a su oponente en el pecho tirándolo contra la pared y lanzando la katana por el aire a clavarse en la pared de madera.  Murdock intentó sacar la espada de la pared, pero no era un hombre muy fuerte, así que cayó de espaldas intentando sacarla sin éxito. Al otro lado de la habitación estaba el hombre que tenían que rescatar, maniatado a una silla. Cleante lo desató y trató de sacar la katana de la pared, sin ningún éxito. Para sorpresa de todos los presentes, el hombre atado se desvaneció, se hizo invisible y desapareció.
Con el atacante de la katana desarmado y tirado contra la pared, Kropaton decidió romper las tablas del suelo que les separaban del piso de abajo. Con mucha fuerza lanzó una patada contra el suelo que se quebró bajo la potencia del golpe haciendo caer al matón y el suelo que lo rodeaba, cayeron en la misma habitación en la que se hallaban Raynor y Alois, y por los pelos no les aplastó la cabeza.  Sacó la katana de la pared sin problemas y bajó al segundo piso por las escaleras. Murdock usó una vez más su poder de control mental para controlar al matón de la katana que había caído al segundo piso. En medio de toda la confusión, algunos de ellos pudieron oír como un furgón se acercaba a la casa y vieron las luces que se asomaban por la carretera. Aún tenían tiempo, la furgoneta estaba lejos todavía, así que rápidamente recorrieron la casa buscando a su objetivo, y tras encontrarlo salieron corriendo por la parte trasera, a tiempo para poder oír un disparo que probablemente mató al último matón moribundo que Murdock había ordenado entretener a los nuevos invitados.

Volvieron a Pamplona, se reunieron en casa de Patxi, hicieron inventario de las armas y útiles que habían conseguido y las repartieron según las habilidades de cada uno. Una vez más, de entre las sombras emergió la figura del hombre que les encomendó la misión. El hombre parecía un poco irritado, y dijo:

-Bien bien bien, veo que lo habéis logrado, y mejor aún, no habéis muerto ninguno, no está mal. Pero, ¿mi furgoneta?  Cabrones, era una mierda de furgoneta, pero era mía, pensaba daros un incentivo por lograr la misión, pero me parece que esta vez no. Adiós. –


Agarró al hombre antes secuestrado y desapareció.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Buenos días



“La belleza, al igual que la felicidad, es efímera. Da igual si dura un segundo o veinte minutos, ¿Qué es eso comparado con el tiempo que tiene toda una vida?”

A mi lado, descansa una chica. Su nombre es Ana. Yace dormida, a medias entre a mi lado y sobre mí. Su pierna esta sobre la mía, su sexo, aún cálido reposa en mi muslo. Su lenta pero rítmica respiración delatan su estado, dormida. Uno de sus suaves y generosos senos reposa sobre mi pecho y su brazo rodea el resto de mi torso.

Su cara está apoyada sobre mi hombro, y su baba delata lo a gusto que se encuentra en ese momento. En su cara hay dibujada una media sonrisa, y es curioso, que a veces tan poca cosa diga tanto de un estado o una situación. En este caso, delata felicidad. Satisfacción. Placer. 

Pero no el que corresponde a cuando haces el amor con alguien, sino el que refleja que ha hecho lo que ha querido, con quien ha querido, en el momento y lugar que ella ha elegido. Es algo que no todo el mundo aprecia.

Aunque este momento es inolvidable y precioso, lo bueno es breve. Mi lado izquierdo, sobre el que reposa se me ha dormido y empieza a ser doloroso. La aparto con toda la delicadeza que mis torpes manos me permiten, pero al final todo es más brusco de lo planeado.

Su perfecto pelo se mueve al unísono, como si todos sus cabellos fuesen en realidad uno, su movimiento me recuerda a unas sábanas de seda mecidas por la brisa de la mañana. Le aparto un mechón de su frente y su mente dormida agradece el gesto.

Ya de pie, admiro la escena que se me presenta, de la que hasta hace poco yo formaba parte y que en cierto sentido, la oscurecía.  Me planteo taparla con la sábana, pero recuerdo que alguna vez había mencionado lo bien que se sentía cuando dormía desnuda.

Vista desde donde estoy, parece un ángel que ha caído desde lo alto del cielo y ha aterrizado indefensa en la cama.

Me aseo y me visto. Ahora está en un estado totalmente profundo de sueño, y ningún ruido podrá despertarla. Aprovecho para hurgar en su bolso y coger su cartera. Le meto algo de dinero, lo suficiente para pasar el resto de la semana.

Este gesto es posiblemente malinterpretado por casi todos, pero en realidad no le estoy pagando, le estoy dando dinero. Es complicado. Y aunque algunos me acusen de jugar con la semántica, es muy importante saber diferenciarlas. Ella no es una puta, ni mucho menos. Y desde luego no es mi amante.  Lo nuestro es raro, pero funciona. Y no quiero que ella misma se sienta como una vulgar ramera, sobre todo porque no lo es. Como mencione antes, es complicado.

Ambos sabemos que esto no durará eternamente, somos adultos. Pero decidimos que, mientras dure, lo disfrutaremos.


martes, 14 de enero de 2014

La guerrera Luna


Cuenta la leyenda de una brava guerrera que sus ansias de gloria no podían equipararse con los de ningún mortal. Su espada era la más veloz y afilada, y su bravura era por todos conocida y temida. Se decía que nadie podía derrotarla. Pero había algo que la atormentaba en su ser, tenía miedo de que algún día alguien la reemplazaría.

Una bruja con profunda rabia y venganza por la muerte de su pueblo la engatusó para aceptar un maleficio. Este la haría eternamente inmortal, invencible en batalla. Ella, ansiosa de poder y temerosa de debilidad, aceptó, y así su alma inmortal condenó. La bruja  le advirtió que si un día se enamoraba empezaría a perder su grandioso poder. Esto a ella no le importó, porque su corazón pertenecía a la guerra y a la carnicería. Con el tiempo, su corazón dejó un hueco imposible de llenar, ni toda la fama, ni todas las conquistas, ni si quiera con la sangre de sus enemigos podía llenar, y como una consecuencia inesquivable, su corazón encontró, la pieza que le faltaba en su interior. En cada batalla, su poder mermaba, ya no era tan rápida y su espada cada vez era más pesada.

Al final, encontró la mortalidad y dejó la guerra. Se retiró a la montaña con su joven amor y vivió feliz al margen de toda adversidad del mundo exterior. Pero los pecados del pasado no todo el mundo puede perdonarlos.

Un grupo de mercenarios asaltaron su casa en el silencio de la noche y con fiereza ambos lucharon a la luz de una llena luna. Primero hirieron a su joven amor, y malherido golpeó el suelo. Su hijo de apenas un año fue cruelmente degollado, y lo peor se lo habrían reservado con seguridad a ella. Aceptaría de buena gana la muerte por sus acciones, pero no podría perdonar nunca a esos hombres  por haberle arrebatado lo único que le importaba. Mató y aniquiló hasta el último de ellos. Gravemente heridos, ni él ni ella verían el amanecer de nuevo.

A lo lejos vislumbró, primero una sonrisa, y después una figura. La bruja que la hechizó se había vengado de la muerte de su pueblo y tras ver su objetivo cumplido, volvió sobre sus pasos satisfecha del espectáculo. En su interior brotó un odio del que ya casi no se acordaba. Tal era su sed que se arrancó el corazón y se lo ofreció junto con su alma a la Luna. Al tener de nuevo un vacío el doble de amplio, a cuenta de su esposo y de su hijo, el maleficio se volvió a activar.


Así la guerrera, ahora conocida como Luna, andará hasta el fin de los días, con todo su poder y esplendor, hasta que su ira y furia se halle saciada. Sin embargo, nunca volverá a sentir lo que por su esposo e hijo sintió. Y así con el tiempo desaparecerá sin haber dejado en la tierra ni una sola acción que la reconociese como humana. Triste y sola, herida y maltrecha. Con un hueco vacío que ya nunca más podrá llenar, estará destinada a vivir eternamente sin aquello que realmente amó.


martes, 19 de noviembre de 2013

Veritas y Aequitas

Hoy me enfrento a juicio, sin duda alguna me ejecutaran. Este es el fin de lo que hace un par de semanas fue el comienzo de mi última misión.

Hace seis meses se me encomendó la tarea de que añadiese a mi grupo de confianza, a una espía del gobierno. Asesina de profesión. No me gustaba mucho la idea, sobre todo porque era de raza “nimerya”, que actualmente eran nuestros enemigos. Lo que no me gustó nada en absoluto fue tener que vigilarla la mayor parte del tiempo. Para mi sorpresa, no tenía más de dieciséis años.

El primer mes estuve siguiéndola en sus escapadas nocturnas de nuestro cuartel. Los espías tenían fama de ser siempre dobles agentes. Sencillamente parecía no disfrutar de la compañía de,  cómo nos solía llamar ella, abuelos. Se quedaba toda la noche, mirando a las estrellas. Incluso se dormía. Una hora antes de amanecer, volvía a su colchón de paja dentro del cuartel.

Por otra parte, parece que nuestras ausencias no pasaban desapercibidas para la tropa. Los soldados con el suficiente aburrimiento y rutina, se volvían peor que unas viejas chismosas. Todo sea dicho, a ella no parecía afectarle lo mas mínimo.

Todos los días entrenábamos escudo y espada, sombra con la espada y tiro con arco, disparos certeros y disparos rápidos. Pero nadie quería entrenar con una asesina. Por muy joven que fuese. Así que yo entrenaba con ella. Algo que no ayudaba desde luego a reducir los chismorreos.

Después del segundo mes, en una de nuestras charlas, en la que le explicaba que esos rumores  no beneficiaban en absoluto a ninguno de los dos, ella misma me confesó que no tendría ningún problema en hacerlos realidad. Yo tenía una esposa y una hija, y las quería, pero tenéis que entender que estaban lejos, y hacía mucho que no las veía.

Nuestra relación, que se limitaba a los entrenamientos y a alguna noche en vela en el mismo colchón, se vio truncada, cuando descubrí, que no solo era asesina y espía, sino que también estudiaba magia. Estaba prohibida. Se limitó a decir que estudiaba magia al igual que estudiaba otras técnicas de lucha, como la lanza, la maza o el combate sin armas.

Ella era una asesina, y era cierto que no en todos los países estaba prohibida la magia. No obstante, me sentí usado y engañado para que no revelase su secreto. No solo yo estaba furioso, y eso se notaba en nuestros entrenamientos. Los cuales se habían vuelto un espectáculo para la tropa.

Pronto se nos paso el enfado y nuestro hábito de compartir colchón volvieron, pero los entrenamiento siguieron igual de intensos. Era nuestra manera de decirnos que seguíamos recelando el uno del otro.

Un día compartí  con ella un fragmento de mi vida con mi esposa y mi hija. Aunque sonase raro contárselo a la persona con la que me acostaba. Me preguntó que sentía los ratos que pasábamos juntos. Yo le respondí Veritas Aequitas. Sin embargo mi compañera asesina no conocía el dicho. Tuve que explicarle que la diosa nos juzgaba. Con la mano izquierda sabía todas nuestras verdades y con la izquierda devolvía la equidad. La verdad es el precio que tenias que pagar para restaurar el equilibrio. Si alguien había engañado a su mujer  y decía Veritas, tenía que decir la verdad absoluta de lo ocurrido, aun si ello fuese algo horrible. Así que cuando vuelva a casa y diga la verdad, probablemente mi esposa exija Aequitas.

Con estas conversaciones no simplemente habría mi corazón hacia ella, sino que esperaba que ella me lo correspondiese, aunque fuese con su nombre. Llamarla chica, joven o asesina, era incomodo y aun mas si me estaba acostando con ella. Ella me contó muchas cosas, aunque ninguna historia en concreto. Me confesó que lo que ella más deseaba era una familia, como la que yo tenía. Pero los inicios de una asesina a tan temprana edad delataban que era huérfana. También dejó muy claro que nadie de nuestro país tenía más motivos que ella para matar a todos los “nimeryos”. El odio con el que pronunciaba cada palabra era real.

A los cinco meses desde su llegada, nos informaron de que debíamos partir. La guerra había llegado en forma de saqueo a varios pueblos, entre los cuales, estaba el mío. Después de pasar por tres villas saqueadas. Podía hacerme a la idea de que mi mujer e hija, ya habían sido violadas y asesinadas.
Cuando llegamos a mi villa no quedaba nada en pie. Campos y casas habían sido quemadas. Lo que no habían podido llevarse lo habían destruido. Mi semblante no cambio ni una pizca, aun después de haber visto a mi mujer partida por la mitad con los ojos abiertos y la mandíbula desencajada y a mi hija con el cuello rajado y sus piernas en una pose obscena. Estaba tan conmocionado que no sabía si quiera que sentimiento debía experimentar. Pasamos del pueblo como pasamos de los otros.

Pronto les daríamos alcance. A juzgar por el daño ocasionado debían de ser al menos cincuenta soldados con 3 o 4 carromatos hasta arriba de comida. Nosotros solo éramos doce hombres, seis mujeres y asesina. Con forme nos acercábamos, debíamos de tener más cuidado y de ser mas sigilosos. Teníamos que mandar a alguien para que hiciese las veces de explorador. La mayoría de las veces era asesina, que sin duda se había ganado su sobrenombre. Era más sigilosa que el mismo bosque. En todas las incursiones en las que iba a rastrear traía algún conejo o pájaro que había cazado de vuelta.

Siete días fueron necesarios para que la emboscada tuviese las máximas posibilidades. Cuarenta y cinco eran en total. Al parecer habían tenido más bajas de las esperadas. Asesina nos dibujó un plan de ataque. Sencillo y eficaz. Pocos de los nuestros eran ágiles y silenciosos. Así que asesina sería la que más peligro correría. Ella se infiltró en el campamento, debajo de los carromatos y la mitad de los nuestros atacarían con flechas desde un flanco. Cuando se refugiasen en el otro lado, el resto los estaríamos esperando espadas en mano.

Cuando el caos empezó, asesina rebanó con cuchilladas certeras a media docena de soldados, hasta entrar en la tienda del jefe y matar a todos los que había allí dentro. Sufrimos dos bajas que se quedarían en el campamento, sin pena ni gloria. Asesina mató a cinco soldados dentro de la tienda y saco al jefe, que aun no se había puesto la armadura a rastras. Tenía rastros de quemaduras. Magia.

-Él fue. Veritas –Es lo que me dijo. Y entendí lo que me quería decir – Con la espada en la mano respondí. –Aequitas.- Nadie me reprochó el cómo deje a aquel hombre. Pero todos guardaban un silencio, cuando se acercaban a mí.

Volvimos al campamento y entregué el reporte. A los pocos días vinieron a por Asesina, me imaginé que cambiaba de destino nuevamente. Me fui a despedir de ella y me la encontré atada e inconsciente. Desenvainar la espada fue un reflejo.

-Cálmese soldado.- Me dijo el más viejo. –Nos la llevamos a juicio, ha sido acusada de practicar la magia.- Alguien había alardeado más de la cuenta. No podía hacer nada. Sin embargo cuando la arrastraban por la puerta, me di cuenta que era la única familia que ahora me quedaba, dormida no parecía tan peligrosa.

No recuerdo muy bien que pasó pero un tornado de acero y sangre pasó por la habitación. Cabalgaba con Asesina cruzada en el caballo aun inconsciente y ni siquiera sabía que iba a hacer. Finalmente la dejé en una cueva y me entregué. Después de todo, era muy viejo para pasarme el resto de mi vida huyendo.

El juicio fue lo mejor despues de haber estado golpeándome varias horas para que les dijese donde estaba ella. Desde que había visto los cadáveres de mi mujer y mi hija, no podía pensar en ellas. Hasta su cara se me había olvidado. Así que con la cabeza en aquel tocón lleno de sangre seca solo venía a mi cabeza la joven asesina. Pedí unas últimas palabras que se me concedieron por los años que había dedicado al ejército.

-Amé a una soldado a mi servicio. Puede, que incluso más que a mi propia esposa e incluso que a mi hija. Pero es la verdad.- Mire al verdugo y después al juez.- ¿Cómo iba a entregarla?- Muchos de los presentes se tomaron mi declaración como algo sucio e inapropiado, pero era mi ejecución y me daba igual. Así que grité.- Veritas. –El juez parpadeó y le dio la señal al verdugo. –Aequitas.- Gritó alguien de allí.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Te lo dije


He vivido tantísimos años que hace mucho que olvidé mi edad, pero si de algo me he dado cuenta a lo largo de mi vida, es que las cosas cambian, no es nada nuevo, pero hace tiempo que me percaté de la vanidad de muchísimas de nuestras acciones o pensamientos e ideas momentáneos frente al cambio que genera el paso del tiempo. En toda mi vida no he parado de pensar, de avanzar, igual que tú o aquel, y si miras atrás verás que en ningún momento has dejado de cambiar tu forma de pensar, de no ser así, amigo, tienes un problema. Lo que quiero decir es que si todo cambia, hasta las ideas más arraigadas lo hacen, ¿Merece la pena preocuparse por algo? Las mentes van a cambiar, tarde o temprano, las cosas van a pasar, ahora o después, el mundo va a regenerarse continuamente. Da igual. La primera vez que empecé a pensar esto fue aquel día, aquel horrible día, en el que vi mi mundo tal y como yo lo conocía, todo lo que amaba y odiaba, todo, se derrumbó, cambió de forma súbita. Quizás fue por eso por lo que me di cuenta de todo esto, quién sabe.
Ya le daba vueltas a la cabeza, autoconsolandome de que era imposible, que nada de lo que se me había revelado allí tenía sentido. Cabalgamos raudos al sur, de vuelta al Fuerte de la Guardia del Norte. Por dentro ya lo sabía, temía lo que sabía, cuando llegamos, el lugar ardía consumiéndose por las llamas. El fuego se extendía por la colina del fuerte como agua fluyendo entre las rocas. Se oían gritos sordos y el distinguido sonido del acero en la batalla. Apretamos el paso y cuando llegamos a las puertas fuimos recibidos por una hueste de vampiros ensangrentados que se abalanzaron sobre nuestras monturas. Caí al suelo justo a tiempo para ver como abatían a Keirath, mi subordinada. Pude a duras penas librarme de mis atacantes y huir hacia el fuerte. Aquellos malnacidos no eran tan inútiles como las otras alimañas que me había encontrado en mi viaje al norte, sabían pelear, y estaban bastante bien armados.
La imagen que vi al entrar en el fuerte quedó grabada en mi cabeza, y hoy en día sigue ahí, en un lugar apartado de mi mente que intentó evitar. Todo ardía. Los cadáveres yacían a mis pies, amigos, conocidos, compañeros de armas, para mi inexperta mente resultó fatal. Quedé paralizado por el miedo, la ansiedad y la desesperación. Como era de esperar algo me golpeó la nuca y caí desplomado, lo último que recuerdo ver es un enorme y anciano lobo blanco defendiéndose desesperadamente entre las llamas del incesante caudal de enemigos que lo abordaban. Cayó, y un desgraciado con una armadura gris se acercó, y sacando un cuchillo curvo desprendió la cabeza del cuerpo inerte del que antes fue Helur, señor de la Guardia. De este modo, todos, y cada uno de los hombres con sangre heredada de Hircine, yacíamos tendidos en aquella colina, entre los restos del viejo fuerte. Todos muertos, menos yo. Cuando los enemigos comenzaron a rematar a los heridos, una niebla fue cubriendo el suelo. Nadie pareció alarmarse, ni yo le di importancia, pues me daba por muerto, pero antes de que llegase mi turno de pasar por el filo, fui arrastrado, prácticamente inconsciente. La niebla me cubría, aunque quién me arrastraba pasaba entre los enemigos, nadie me vio. Salimos del fuerte y bajamos la colina, pero caí inconsciente poco después. Me desperté tumbado en un caballo atado a otro, los dos animales cabalgaban velozmente, por lo que me sobresalté y caí estúpidamente. Los caballos se detuvieron y volvieron hacia mí, pensé que me llevaban prisionero, pero era ella, alcancé a ver su rostro dentro de la capucha que la tapaba. Se acercó, desmontó, y me susurró al oído:
-Te lo dije.-